Caminaban perdidos… sin aliento, vagaban en círculos por aquel paraje que había sido pintado con los colores de una paleta de lo más surrealista. No había donde agarrarse a la vida, parecía perdida la esperanza, y fue justo en aquel momento cuando uno de los hombres sacó el último puñado de cordura que parecía quedar en aquel grupo.
– «¡¡Sólo estaremos perdidos si realmente creéis que lo estamos!!»
-No nos vengas ahora con esos sermones de entrenador barato… todos estamos desmoralizados, nos sabemos sin rumbo, condenados en este inhóspito paraje…
– ¿Acaso no os dáis cuenta? ¿Cuántas pruebas más creéis que serán necesarias para dar fe de la grandeza humana?
Lo que aquel hombre quería explicar era bien sencillo, si bien las circunstancias en las que estaban, eran realmente extremas. Aún así, el grupo decidió detenerse para tomar aliento, apurar los últimos sorbos de las exprimidas cantimploras y escuchar lo que su compañero estaba tratando de contarles…
– Siempre, y repito… siempre… nos han hecho ver que no podemos… que no valemos, que no estamos preparados. Siempre nos han vendido la idea de la equivocación, de que los sueños, sueños son. Siempre nos han dicho que habría alguien mejor que nosotros, que nos impediría alcanzar aquello que nos proponemos…
– ¿Y qué es lo que vas a hacer al respecto?
– Plantea mejor esa pregunta… y pluraliza… ¡¿Qué es lo que VAMOS a hacer al respecto?!… Yo os lo diré. En el fondo de vosotros mismos, sabéis que no estáis perdidos. Tan solo arrastráis una losa imaginaria impuesta por todas aquellas personas que no os querían ver triunfar. Personas que tenían miedo de vosotros, porque se sabían inferiores. Personas rencorosas, falsas… que nunca os dieron esa oportunidad para no ver peligrar su opulento trono… Así que, por todo aquello que consideréis sagrado, por todos aquellos seres que portáis en vuestro corazón, liberaros de la losa de una vez… y sigamos la marcha, hasta el horizonte.
Aquello pareció ser una inyección de adrenalina directa al corazón a juzgar por las caras del grupo. Comenzaron las miradas de complicidad, así como aquella sensación tan agradable… sentían su pecho henchido de orgullo, habían recuperado las fuerzas para continuar. El discurso parecía haber sido convincente, pero nuestro improvisado líder no había terminado todavía.
– Desconfiad de aquellos que os llaman débiles, desconfiad de aquellos que os insinúan barreras, desconfiad de las trabas y las supuestas junglas competitivas… porque conseguirlo es querer, poder y valer. ¡¡Y cumplimos los requisitos!!. Levantáos ahora y sigamos hasta la línea del horizonte, que el sol de poniente sea nuestro guía… Hoy no morirá ninguno de nosotros, aún no hemos dicho nuestra última palabra… quedan más golpes sobre la mesa que dar…
Y fue así que dejaron atrás la tragedia reciente, aquella colisión en medio de la nada, para caminar juntos hombro con hombro hasta la línea del horizonte, donde se encontraron con el río… pero lo que pasó a partir de ahí, ya es otra historia.
Escuchando:
Be Still My Beating Heart – (Sting)
Magnífico post, vania!!!
Bien por el cambio de «casa»…
Besos
Hola…
Gracias por tu visita a mi pequeñito blog… Gracias a ello, he podido llegar al tuyo que me parece magnífico. Y este post en especial me ha gustado mucho, solo comenzamos a estar perdidos cuando creemos que lo estamos… Vaya que si es así, es un consejo para mí misma incluso.. Y lo voy a tomar…
Un abrazo,
Muy Bueno…
Un rumor debajo de la piel
Casi sin querer
Estamos en camino entre los espejismos
Deslizándonos…
perdidos… encontrándonos
salu2
buena semana
A veces, las palabras de ánimo son la mejor brújula para no perder el camino. Besitos
Vale, se acabó la violencia 🙁
efectivamente la única forma de seguir caminando es quitarse las losas ,que arrastramos del camino, unas de las que se nos pegan en los zapatos (chinas que nos nos hacen daño al caminar) y otras que vamos recogiendo por el camino (rellenando los bolsillos por si íbamos con poco peso)… gracias por leerme, un abrazo
Vanitas-atis;
te confieso una cosa: seguramente a mí me habría servido de acicate la arenga, pero habría pensado: ¡qué tío más pelma!
Y es que tengo una especie de alergia a los sermones (es la razón por la que sólo me gustan y no adoro a Crosby, Stills & Nash & Young), aunque reconozco dos cosas: soy proclive a soltarlos sin previo aviso, aunque no me guste que me los aticen a mí. Y otra cosa: cuando los sermones tienen algo de chicha, como este que nos ocupa, suelo hacerles caso, aunque ponga cara de que ni de coña.
Vale, ahí está mi sermón. Que sepas que te he enlazado, pero eso no quiere decir que te quiera ni nada.
Bye!