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Noche, legión de historias.
Grupo ecléctico de personas reunidas en torno a un fin común.
Conversaciones cruzadas. Alcohol. Humo. Ambientillo de coña.
Primera parada. Segunda ronda. Partida de futbolín. Risas.
Cambio de escenario, sidrería, cena copiosa, charla animada, orujo de hierbas, café.
Procesión por bares, garitos, antros, tugurios.
La cosa se animaba, no parece que haya perdido el vigor de los primeros años de juventud.
Qué bien lo estaba pasando, a pesar de tener que hacer de nexo entre los distintos grupos de gente reunida por y para mi.
Y así según pasaba la noche, el cuerpo más cargado. No parecía darme cuenta.
Hasta salir de la Oasis, a plena luz del día, más tarde que la hora de levantarse entre semana.
El día siguiente, día perdido.
Dolor de cabeza que solo desearía a mi peor enemigo.
Atontamiento, sequedad, o falta de apetito, o hambre voraz.
Las resacas ya no son lo que eran a los veinte años de edad.
Ahora son convalescencias.
(Pero valió la pena).
Escuchando:
Devil Inside – (INXS)
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